Las pensiones deben ser reformadas , no para acabar con ellas, sino todo lo contrario, para garantizar su viabilidad, que ahora, matemática y actuarialmente, está comprometida por la propia evolución del sistema. Adicionalmente, la reforma Sánchez-Escrivá contribuye a incrementar el riesgo de colapso del sistema, al ser incrementalista en el gasto y fiar todo a subidas infinitas de los tipos de cotización a la Seguridad Social .

La reforma es una barbaridad , porque no sólo no avanza en la sostenibilidad del sistema, sino todo lo contrario: las medidas que en ella aparecen socavan su sostenibilidad; aceleran su desequilibrio estructural; impulsan, por la vía de los hechos, una transformación del sistema de pensiones en asistencial en lugar de contributivo; desincentivan el trabajo; aumentan los costes de las empresas; reducen su competitividad; merman la renta disponible de los trabajadores y perjudican al conjunto de la economía, de manera que podemos resumir el escenario que diseña esta reforma de la siguiente manera:

En lugar de las medidas de dicha reforma, hay que abordar con determinación, fuera del juego político, una reforma de las pensiones que garantice su sostenibilidad y que revierta el desequilibrio actual y futuro que, en las actuales circunstancias y con la actual normativa, se da entre crecimiento de población activa, crecimiento de pensionistas, esperanza de vida y la tasa de reemplazo o sustitución de las pensiones. Sólo así se podrá garantizar la viabilidad del sistema.

Por otro lado, la indexación de las pensiones al IPC deteriora más el saldo , que compromete la propia viabilidad de las mismas. Las pensiones constituyen un tema prioritario, al afectar a muchísimas personas, que a lo largo de su vida, con su esfuerzo y su trabajo diario, se han ganado el derecho a disfrutar de una pensión de jubilación. Estas personas fueron solidarias con sus contribuciones a la Seguridad Social , que permitían pagar las pensiones de sus mayores, y, ahora, cobran su pensión en función del derecho devengado durante aquellos años, gracias a la solidaridad que hoy ejercen con ellos las personas que actualmente se encuentran en activo, como las generaciones futuras lo harán con los trabajadores de hoy en día. Por tanto, no es que sea un tema sensible, sino que nadie quiere que las pensiones se acaben o se reduzcan, sino todo lo contrario: lo que toda la sociedad quiere, que incluye a todos los políticos, es que las pensiones se fortalezcan, sean mayores y se encuentren garantizadas.

La ausencia de más rigor técnico y la prevalencia de los postulados políticos como los del Gobierno, son una mala noticia para los pensionistas , porque en lugar de ahuyentar los riesgos del sistema, los incrementa, con la consiguiente aceleración del potencial colapso, abonando el campo para que la Seguridad Social camine hacia una suerte de deuda perpetua, creciente, que en los actuales niveles de deuda pública será insostenible, además de resultar nada ortodoxo el nutrir a la Seguridad Social en su parte contributiva, de ingresos que no procedan de las cotizaciones. Si se avanza por ese camino, se pondrá en riesgo la viabilidad del sistema; dentro de un tiempo, los pensionistas tendrán todos una pensión muy baja, que se parecerá más a una pensión asistencial que a una contributiva, por haber tenido que sufrir recortes futuros por no hacer reformas presentes, y eso sí que será un gran engaño para todos los pensionistas.

Por ello, las medidas del Gobierno debilitan el sistema , lo ponen en riesgo y nos llevan a un sistema que puede convertirse en asistencial, con pensiones muy pequeñas si no se toman las medidas estructurales que permitan salvaguardar el máximo del sistema actual. Hay que afrontar la reforma cuanto antes, diciéndole la verdad a los españoles, para evitar que nos quedemos sin pensiones. Ésa es la realidad.