La Argentina es un país que oscila, desde hace décadas, de izquierda a derecha sin llegar a madurar. En uno de los extremos, el pueblo necesitado se cobija bajo la protección de una pareja mítica. La madre nutricia, tomada del brazo de papá Perón. Vestida de Dior, ella se inmortaliza, ideal, como defensora de los descamisados. En el otro extremo, el pueblo dependiente sueña con un futuro próspero bajo la guía de una mano dura que venga a poner orden, asistida por el Tío Sam.
El pueblo prefiere tolerar la corrupción o entregar su soberanía antes que enfrentar el difícil camino de madurar. En su comodidad, deposita sus esperanzas de salvación en figuras paternalistas, renunciando a su autonomía. Y, una y otra vez, se desilusiona al comprobar que el populismo es un camino fallido que no llev

 Clarín

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