Durante décadas, los retratos robot nacían de la memoria de los testigos . Aquellas descripciones, a veces difusas, guiaban a dibujantes y, más tarde, a infografistas que montaban rostros probables a partir de piezas sueltas.

Hoy el método ha dado un salto: el ADN se ha convertido en una herramienta para “dibujar” caras con criterios medibles y no con impresiones. Una gota de sangre, una colilla o un simple pelo pueden transformarse en un perfil físico útil cuando no hay imágenes ni testigos fiables.

“Se puede se puede identificar a día de hoy color de piel, pelo y ojos, también color de cejas, tipo de pelo, si tienes o no pecas, la ancestralidad, la edad”, explica una investigadora. Esa primera capa, biométrica y objetiva , ya ofrece un filtro potente: permite descartar perfiles

See Full Page