¡Qué curiosa es la vida! Resulta que la generación que más filtros ha usado en sus fotos es ahora la que más reniega de ellos. Al menos en la música. Los jóvenes, expertos en transiciones de TikTok imposibles, se han cansado de la perfección. Rechazan voces perfectas, las pieles lisas como tazas de váter y los videoclips más producidos que la última peli de Marvel. Su música busca algo más sencillo: la verdad. O al menos, la sensación de que quien canta también siente lo que canta.

Demos grabadas en habitaciones, notas de voz que se vuelven virales y directos de OT que arrasan en visitas donde un fallo, un temblor o una respiración ahogada valen más que 20 capas de autotune y sintetizador. Lo auténtico es trending topic y cuando una tendencia emociona ni las discográficas pueden ignorarla

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