Exceso de regulación por parte de las autoridades europeas, un proceso de electrificación forzosa que no funciona, la agresiva política exportadora de las marcas chinas y, por último, la crisis por falta de chips, como ya ocurrió hace cinco años, han puesto a la industria europea del motor en una posición difícil que ha desembocado en los malos resultados registrados en los balances del primer semestre del presente ejercicio y que no han mejorado en las estimaciones hechas a finalizar septiembre. El cierre de factorías y la supresión de miles de puestos de trabajo han pasado a ser una realidad en el horizonte de importantes grupos de automoción europeos, no solo de productores de automóviles, sino entre los fabricantes de componentes.

La obligatoriedad de producir coches eléctricos que el

See Full Page