El certamen de Miss Universo es, al mismo tiempo, espectáculo televisivo, vidriera diplomática y una campaña global de imagen país. Cada edición no solo corona a una ganadora: también instala una sede en el mapa y la convierte en escenario , telón de fondo narrativo y producto turístico. Elegir dónde se hace la final no es un gesto menor. Es una apuesta económica, política y simbólica.
El país anfitrión gana minutos de transmisión internacional mostrando su arquitectura, su cultura, su moda, su gastronomía y su idea de “marca nacional” . En paralelo, el certamen gana infraestructura, sponsors locales y cobertura masiva. Por eso la elección de la sede suele definirse con mucha antelación y anunciarse como si fuera la sede de un gran evento deportivo.
También pesa la logística. Miss

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