Cuando tenía solo 4 años, a Audrey Tang (Taipéi, 1981) le diagnosticaron una enfermedad rara que podía matarla si se sobreexcitaba. Podían operarla para reparar el agujero que atravesaba su corazón, pero debía esperar hasta los ocho. Su probabilidad de sobrevivir era del 50%. En lugar de hundirse, la pequeña Audrey, educada en la contención y espiritualidad taoista, optó por desplegar su curiosidad, ejercer su precoz capacidad para pensar y adentrarse en el mundo de la literatura y las matemáticas para emerger como un prodigio de la informática . A los ocho aprendió a programar, a los 12 fue operada con éxito y a los 14 abandonó la educación tradicional para dedicarse a programar código. Su misión vital sería democratizar el conocimiento y hacer del mundo un lugar mejor.

Tang es hoy

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