A inicios de los 90, México aún separaba con celo lo “popular” de lo “culto”: que Juan Gabriel pisara el escenario de Bellas Artes era casi una herejía.
Pero esa noche de mayo de 1990, mientras el público rompía en aplausos, algo cambió para siempre: el país visitó la emoción popular de gala.
En aquel podio estaba Enrique Patrón de Rueda , un joven director sinaloense acostumbrado al orden de la ópera , que se lanzó al vértigo del Divo de Juárez : aceptó el proyecto en medio de la tormenta.
“Fue un evento con mucho debate, había mucha gente en contra, fue un escándalo , hubo mucha polémica . Hubo que superar el problema político de presentar a Juan Gabriel en este espacio tan emblemático”, recuerda.
El reto de tomar la batuta
Antes de él, el director Luis Herr

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