Es evidente el hecho de que la cultura organizacional aplaude el “sí” constante. Decimos que sí a más reuniones, a más compromisos, a más pantallas y menos pausas. Pero, ¿cuántas veces ese “sí” nos aleja de nosotros mismos?
Aprender a decir “no” no es un acto de rebeldía, sino de sabiduría. Es reconocer que la energía es un recurso finito, y que cada vez que la entregamos sin consciencia, nos vaciamos un poco más. El “no” no niega al mundo; afirma nuestras prioridades.
He vivido temporadas en las que mi agenda parecía un campo de batalla. Todo urgía, todo importaba, todo debía hacerse. Hasta que entendí que la productividad sin propósito se convierte en una forma elegante de evasión. Decir “no” a lo que no suma fue, paradójicamente, lo que me devolvió la calma.
Cada vez que pronunciamos

El Diario NY Estilo de Vida

Primera Hora Deportes
Associated Press Top News
Rockford Register Star Sports
People Top Story
The Texas Tribune Crime
AlterNet
ScienceAlert en Español
Sarasota Herald-Tribune Sports
The Spectator