El amor no es un misterio romántico, sino un sistema neuronal diseñado para reproducirnos y cooperar.

Desde el primer impacto visual hasta el apego emocional más profundo, el cerebro juega con estímulos, patrones y recompensas químicas que determinan por qué elegimos a unos, desechamos a otros y, cuando todo se enfría, también por qué dejamos de sentir.

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“Lo que llamamos amor es un sistema neuronal complejo”, explica el doctor Hugo Valderrama, máster en neurociencias.

Desde la ciencia no son necesarios los acordes de los violines ni películas románticas para hablar del amor. La base es una pizca de química y un

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