A las once y treinta, alguien vio lo que no quería ver. Un grupo de perros, flacos como sombras, rodeaban el cuerpo sin vida de una hembra criolla. No era hambre, era desesperación. La comunidad alertó a las autoridades, y la Policía Ambiental de Palmira llegó al sitio con rapidez. Lo que encontraron fue una escena que dolía: catorce caninos, uno muerto, dos en estado esquelético, y el resto comiendo lo que quedaba de su compañera.

No había comida. No había agua. No había nada. Solo un patio con olor a abandono y catorce historias de sufrimiento. La ruta de maltrato animal se activó de inmediato. El programa de bienestar de la alcaldía intervino para restablecer los derechos de los animales, que nunca debieron ser vulnerados.

La aprehensión preventiva se realizó al señor Eduardo Rodrígue

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