En varias ocasiones he escrito en este mismo espacio que México, durante décadas, fue un país al que el mundo escuchaba. La voz de México en el mundo era impulsada por gobiernos que mantenían la paz interior, privilegiaban el Estado de Derecho, y formaban un cuerpo diplomático de muchísimo renombre y reconocimiento. La Doctrina Estrada, así como los márgenes para la conducción de la política exterior contenidos en el artículo 89, fracción X de la Constitución (no intervención, autodeterminación de los pueblos, solución pacífica de las controversias, entre otros) son solo un reflejo de una larga tradición de conducción de política exterior responsable y madura.

En 1935, en el seno de la Sociedad de Naciones (antecedente directo de la actual Organización de las Naciones Unidas), México fue

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