Aunque el lodo no tocó su territorio, Risaralda vivió con angustia, solidaridad y compromiso los días más oscuros de noviembre de 1985.
El 13 de noviembre de 1985, mientras el Nevado del Ruiz despertaba con furia, en Risaralda reinaba la incertidumbre. “Esa noche y los días siguientes fueron para nosotros un reto: había miedo, falta de noticias, y una necesidad profunda de ayudar”, recuerda Luis Carlos Villegas, entonces gobernador del departamento.
En Pereira, algunos sintieron caer una leve lluvia de ceniza, pero el impacto directo no llegó. Sin embargo, la noticia del silencio repentino de una repetidora instalada por la Defensa Civil en el Cerro Gualí encendió las alarmas. “Mauricio Cano me llamó a las diez de la noche. Me dijo que la señal se había interrumpido y que creía que había

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