La política española sigue atrapada en una lógica de relatos que condiciona la realidad, distorsiona las responsabilidades y castiga al que no sabe comunicar. La reciente dimisión -injusta- de Carlos Mazón como president de la Generalitat Valenciana es uno de los ejemplos más claros de cómo la dirección del Partido Popular, empujado por sus propios nervios internos y la ansiedad de contentar a todos, ha vuelto a caer en la trampa comunicativa diseñada desde Moncloa.
Lo ocurrido tras la DANA en la Comunidad Valenciana ha sido una lección de manual sobre cómo el sanchismo maneja el relato público . En apenas un año, el Gobierno ha conseguido instalar en el imaginario colectivo la idea de que el principal responsable político de los daños fue Mazón. Una narrativa tan falsa como eficaz. Lo grave no es que la izquierda la haya difundido —era previsible—, sino que parte del propio PP y algunos medios afines la asumieron como cierta.
Sin embargo, las competencias esenciales durante una emergencia de este tipo —AEMET, la Confederación Hidrográfica del Júcar, la activación de la UME, los sistemas nacionales de alerta, la gestión de fondos de prevención— dependen directamente del Gobierno de Sánchez. Fue el Gobierno central, no el autonómico, quien paralizó en su día actuaciones estructurales como las de la Rambla del Poyo . Pero ese detalle desapareció del debate público. La maquinaria propagandística de Moncloa logró lo que buscaba: convertir un fallo de gestión del Estado en una supuesta responsabilidad autonómica.
Y el PP, una vez más, aceptó el marco mental del adversario. Lo asumió, lo repitió y terminó disparándose en el pie. No aprendió que en política no basta con tener razón: hay que saber explicarla. Y menos aún entendió que quien asume el marco del contrario ya ha perdido la batalla antes de empezar.
La fecha elegida para la dimisión agravó el error. Justo el mismo día en que el Fiscal General del Estado declaraba ante el Supremo , cuando se procesaba a Ábalos, Koldo y Aldama por el escándalo de las mascarillas , la UCO vinculaba al ministro Torres con la trama… pero la noticia que ocupó telediarios, tertulias y portadas fue la de Mazón. Si Moncloa hubiera encargado a su equipo de comunicación un cortafuegos perfecto para tapar el nuevo episodio de corrupción socialista, no lo habría hecho mejor.
Y mientras tanto, la estrategia comunicativa del PP volvió a demostrar su mayor debilidad: la incapacidad para construir un relato propio, sólido y emocionalmente coherente. Pensó en términos técnicos, no simbólicos. Respondió con argumentarios, no con emociones. Jugó con las reglas de la gestión mientras la izquierda jugaba con las del relato.
Ahora, con la designación -acertada- de que Juanfran Pérez Llorca asuma la presidencia de la Generalitat, el tablero se reconfigura. Pero nadie debe engañarse: las presiones volverán. Desde Moncloa se lanzará una nueva campaña para deslegitimar a Pérez Llorca. Si es necesario, volverán a inventar historias, manipular datos o responsabilizarle de cualquier competencia ajena , incluso de lo ocurrido durante la DANA. No importa la verdad: lo que cuenta es el relato.
Por eso, el desafío no es solo político, sino comunicativo. Génova no puede volver a ceder ante la presión de los titulares ni asumir como propios los marcos narrativos de la izquierda. Si lo hace, Sánchez volverá a ganar , incluso sin hacer nada.
El PP está a tiempo de revertir esta dinámica. De marcar un estilo distinto, de comunicar con claridad, de desmontar las falsedades y devolver la responsabilidad a quien realmente la tiene. Que esta etapa no sea un nuevo episodio de cesiones y silencios , sino el inicio de una estrategia más firme, valiente y coherente.
Porque, al final, en la política española vence quien logra imponer su versión de los hechos. Y mientras el PP siga sin disputar el relato, el sanchismo seguirá ganando la partida.

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