La de él, mi padre, es la mirada de alguien que ha visto el horror no una, sino varias veces en sus 76 años, y aun así resiste, batallando contra sus más amargos recuerdos. Cuando creyó que la vida le sonreía tras huir de los estragos de la violencia, fue protagonista de una de las noches más oscuras en el firmamento, por más de que el magma iluminó, a lo lejos, la cumbre que se convirtió en su imagen más frecuente.

Armero, ese copito de algodón, como solía recordarlo en sus tardes más calurosas, fue un renacer tras los sacudones que lo obligaron a convertirse en hombre todavía siendo un niño . Las consecuencias de magnicidio del caudillo Jorge Eliécer Gaitán aún golpeaban en la tierra liberal, y los chulavitas germinaron muerte y desolación en su finca, de más de 80 hectáreas, en la qu

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