Donald Trump sabe que el imperio americano se agrieta. Posee el ejército más poderoso del mundo (cada vez más difícil de sostener), pero se resquebraja su hegemonía económica, científica, tecnológica e, incluso, cultural. China lo asusta. Sabe que allí está el enemigo, no en su antiguo rival (Rusia). Por lo mismo, le sonríe a Putin.

La caída del imperio norteamericano no viene de ahora. Ha sido lenta, pero sin pausa. En lo que va del siglo XXI, la economía estadounidense no ha podido sobrepasar el 4,1% de crecimiento, exceptuando el 2021 (rebote tras la pandemia). La década de los 90 parecía prometer, tras la caída de la Unión Soviética y la imposición del neoliberalismo, el dominio absoluto del imperio. Mal análisis. La caída del enemigo no impide que las propias grietas se profundic

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