La pregunta de qué significa «amar la patria» parece simple hasta que intentamos responderla. Es una invitación que hacemos los gobiernos, que celebran los días de independencia, que justifica políticas públicas y decisiones electorales.

Sin embargo, cuando la filosofía y la antropología contemporánea se acercan a este concepto, descubren un territorio complejo, lleno de capas, ambigüedades y contradicciones que desafían las certezas patrióticas. No es una pregunta de respuesta única, sino de respuestas múltiples que compiten entre sí.

Durante décadas, el amor a la patria fue presentado como un sentimiento natural, casi biológico: la nostalgia por la tierra de origen, la lealtad a los símbolos nacionales, el orgullo de pertenecer a una comunidad política específica. Pero esta narrativa s

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