El Parque Nacional de los Picos de Europa se extiende por las comunidades de Asturias, Cantabria y León, ocupando un territorio donde se combinan elevaciones rocosas, valles profundos y cuerpos de agua que han definido la relación entre la montaña y la actividad humana durante siglos. Sus picos alcanzan alturas superiores a los 2.600 metros, y la configuración del terreno ha dado lugar a desfiladeros, gargantas y rutas que conectan aldeas históricas con áreas naturales de gran valor ecológico.

La protección oficial del parque comenzó en 1918 con la creación del Parque Nacional de la Montaña de Covadonga, centrado en el macizo Occidental. Esta primera declaración estableció un precedente para la conservación de la montaña en España. En 1995, se amplió la delimitación para integrar los tres macizos principales —Occidental, Central y Oriental—, lo que permitió una gestión coordinada entre Asturias, León y Cantabria, asegurando la preservación de la biodiversidad y regulando el tránsito de visitantes en las distintas áreas del parque.

La variedad de paisajes y altitudes hace que la experiencia de visita sea diversa. Los recorridos pueden ir desde valles accesibles con caminos señalizados hasta canales y cumbres que requieren preparación física y atención a la meteorología. Ríos, lagos y canales distribuidos por los tres macizos contribuyen a la configuración de microclimas que influyen en la vegetación y en la fauna, creando un mosaico natural que cambia notablemente con la altura y la exposición al clima atlántico.

Geografía y estructura del parque

El Macizo Occidental, conocido como Cornión, se encuentra entre los ríos Sella y Cares y contiene varios de los lagos más visitados del parque. En esta zona, los pueblos se ubican en los valles más accesibles y mantienen una economía basada en el pastoreo y la agricultura de montaña. Por su parte, el Macizo Central, o Urrieles, concentra las alturas más significativas, incluyendo Torre Cerredo, la cumbre más elevada con 2.650 metros.

Esta área presenta cimas que superan los 2.600 metros, desfiladeros y canales que requieren equipamiento y experiencia para ser recorridos de manera segura. El Macizo Oriental, denominado Ándara, alcanza menor altura y sirve de transición hacia otras sierras de la Cordillera Cantábrica, combinando zonas rocosas con pastizales y rutas tradicionales de pastores y senderistas.

La extensión del parque alcanza aproximadamente 67.127 hectáreas. La vegetación varía según la altitud: los bosques atlánticos predominan en las cotas bajas, mientras que en las áreas altas predominan los pastizales de montaña, rocas desnudas y zonas que permanecen cubiertas por nieve durante gran parte del año. La fauna incluye especies adaptadas al entorno montañoso, y la geología está marcada por formaciones calizas que han originado simas, dolinas y lapiaces, además de gargantas profundas excavadas por ríos como el Cares.

Historia, pueblos y gestión del turismo

La ocupación humana en los Picos de Europa se remonta a tiempos prehistóricos, con asentamientos neolíticos y comunidades posteriores de los pueblos célticos y astures. Durante la Edad Media, los valles más accesibles se utilizaban para pastoreo y caza, y los pueblos se organizaron de forma que la actividad humana se integrara con la montaña. La protección oficial iniciada en 1918 se consolidó en 1995 al incluir los tres macizos, estableciendo un sistema de gestión compartido entre Asturias, León y Cantabria, regulando el uso público y preservando los recursos naturales.

Algunos núcleos rurales del parque, como Bulnes, Posada de Valdeón o la estación de Fuente Dé, funcionan como puntos de partida para rutas de montaña, senderos y recorridos de diferente dificultad. La estacionalidad concentra la afluencia durante los meses de verano, aunque la meteorología y las pendientes permiten visitas durante otras épocas con precauciones adecuadas.

La planificación de la visita requiere atención a varios factores: los cambios climáticos pueden ser rápidos, algunas rutas presentan desniveles importantes y los servicios en pueblos de montaña son limitados. La gestión del parque se centra en equilibrar la conservación con el acceso público, garantizando que los principales puntos de interés y senderos estén disponibles sin comprometer la integridad del entorno. Esta coordinación permite recorrer lagos, valles y aldeas preservando tanto la naturaleza como la vida rural tradicional.