La activista Ángela Mariño dejó este mundo por lo alto. Antes de someterse a la eutanasia por un cáncer agresivo con el que lidiaba desde los 12 años, compartió la que sería su última voluntad junto a su amiga, la veterinaria Karla Capio, en redes sociales.

Lejos de querer flores o un funeral ostentoso, Angelita, como le decían sus amigos, pidió a quienes tenían pensado asistir a su velorio llevar donativos para perros y gatos, que Capio pudiera entregar a una fundación:

“Me gustaría que otras personas se sumaran a esta forma de despedir a los que nos vamos, haciendo algo más significativo que gastar un montón de dinero en flores que se van a pudrir y no genera un impacto positivo, como si lo podría tener dejar un legado”.

El legado de Ángela Mariño, una joven que vivió hasta el último

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