Por DEEPTI HAJELA Associated Press
NUEVA YORK (AP) — Cuando Dauda Sesay llegó a Estados Unidos tras huir de la guerra civil en Sierra Leona y pasar casi una década en un campamento de refugiados, no tenía idea de que podría naturalizarse. Pero le dijeron que si seguía las normas y no se metía en problemas, pasados algunos años podría solicitarlo. Como ciudadano estadounidense, estaría protegido.
Eso fue lo que lo llevó a decidirse a emprender el proceso: la premisa —y la promesa— de que al convertirse en ciudadano estadounidense naturalizado, se crearía un vínculo entre él y su nuevo hogar. Tendría derechos y responsabilidades, como el voto, y al comprometerse con el país, el país también se comprometería con él.
«Cuando levanté mi mano y presté el juramento de lealtad, creí en ese mome

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