La chaqueta de cuero tipo rock brillaba en el pequeño taller del Puente Bolognesi. A mis 69 años, me permití ese capricho: recuperar esa rebeldía juvenil. Mientras el artesano ajustaba las cremalleras, soltó una frase inquietante:

—Todos sabemos lo que pasa: extorsiones, sicariatos, robos. Pero, seguimos como si nada. Nos gusta vivir en nuestras mentiras.

Esas palabras me acompañaron todo el camino a casa. Una verdad incómoda sobre un fenómeno psicológico tan antiguo como peligroso.

Las neurociencias lo llaman sesgo de optimismo. El Dr. Tali Sharot explica que nuestro cerebro tiende a minimizar las amenazas difusas. Cuando el peligro es constante, pero no nos toca directamente, la corteza cingulada anterior filtra la información negativa. En términos simples: sabemos que hay peligro, pe

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