Las proporciones extremas del cuerpo de la jirafa permiten entender cómo la evolución puede modificar la anatomía de un animal hasta el límite de lo posible. Su cuello elevado, su tronco robusto y sus patas prolongadas conforman un diseño que responde a la necesidad de alcanzar alimento por encima del resto de los herbívoros africanos .
Esa estructura, aparentemente orientada solo a ganar altura, también i nfluye en la circulación sanguínea y en el modo en que el corazón sostiene la presión necesaria para llevar sangre a la cabeza. La altura no se traduce solo en ventaja visual o alimenticia; impone exigencias permanentes que condicionan el funcionamiento de todo el cuerpo y determinan el equilibrio entre energía disponible y gasto fisiológico.
Un estudio revela que las patas largas alivian la carga del corazón y reducen el gasto diario de energía
Un estudio publicado en el Journal of Experimental Biology por el fisiólogo Edward Snelling, de la Universidad de Pretoria, y el comparatista Roger Seymour , de la Universidad de Adelaida, demuestra que las patas largas reducen el esfuerzo que realiza el corazón de la jirafa. Los investigadores calcularon que el ventrículo izquierdo consume aproximadamente el 16% de la energía total en reposo del animal , frente al 9% de un mamífero de masa similar y cuello corto.
Las patas elevan la posición del corazón, acortan la distancia hasta el cerebro y permiten disminuir la presión necesaria para mantener la irrigación, lo que representa un ahorro de hasta 5% de energía diaria , equivalente a unos 3.000 kilojulios, o cerca de una tonelada y media de hojas al año.
El sistema cardiovascular de la jirafa mantiene presiones arteriales de entre 200 y 250 milímetros de mercurio en la base del corazón. Cada metro de diferencia vertical entre el corazón y el cerebro añade unos 77 milímetros de mercurio de carga hidrostática. Esa exigencia energética hace que el corazón trabaje de forma incesante contra la gravedad.

El estudio también muestra que si el animal hubiese alcanzado su altura solo mediante el cuello, el coste energético habría aumentado hasta un 21%. Esa diferencia ilustra el papel fundamental de las extremidades como soporte fisiológico, no solo estructural.
El modelo teórico con el que se comprobó este fenómeno se denomina elaffe , un híbrido informático que combinó el cuerpo y las patas de un antílope eland con el cuello de una jirafa. Al mantener la misma altura total, los científicos midieron cómo variaba la energía necesaria para bombear sangre al cerebro según la longitud del cuello o de las patas. Los resultados confirmaron que la posición más elevada del corazón, lograda mediante extremidades largas, disminuye la carga de trabajo cardíaco sin comprometer la oxigenación del cerebro.
Un estudio revela que las patas largas alivian la carga del corazón y reducen el gasto diario de energía
Las observaciones paleontológicas respaldan esta conclusión. Los fósiles muestran que las patas largas aparecieron en los antepasados de la jirafa antes que el cuello alargado . Ese orden evolutivo tiene sentido fisiológico: extender las extremidades reduce la presión necesaria, mientras que prolongar el cuello la incrementa.
Los géneros fósiles Canthumeryx , Palaeotragus y Samotherium registran esa progresión gradual durante unos nueve millones de años, hasta alcanzar en la especie actual una proporción casi igual entre cuello y patas , equilibrio que optimiza tanto la alimentación como la capacidad cardiovascular.

El precio de esa ventaja anatómica se refleja en la locomoción. El alargamiento de los miembros confiere una zancada eficiente para desplazamientos largos , pero resta velocidad y agilidad. Los análisis biomecánicos realizados por Basu y Hutchinson en 2022 demostraron que las largas palancas de las extremidades superan la fuerza disponible en los músculos del hombro, lo qu e limita la aceleración y reduce el margen de seguridad ante fallos musculoesqueléticos. A ello se suma la vulnerabilidad cuando el animal baja la cabeza para beber: debe separar mucho las patas delanteras y tarda en incorporarse si percibe un depredador.
Las restricciones del sistema respiratorio fijan un techo biológico a la altura de la especie
Los científicos calcularon además que mover el corazón a una posición más alta dentro del tórax resultaría inviable . El órgano debe permanecer al mismo nivel que los pulmones para garantizar un flujo de baja presión en la circulación pulmonar. Si esa presión supera 27 milímetros de mercurio, se produce filtración de líquido hacia los pulmones y riesgo de edema . Bastarían 35 centímetros adicionales de elevación para alcanzar ese límite, lo que fija un tope fisiológico a la altura posible de la especie. Por ello, la distancia vertical entre el corazón y la cabeza, de algo más de dos metros, parece ser la máxima alcanzable por un vertebrado terrestre .
Las consecuencias de esta adaptación explican también el comportamiento de vigilancia extrema de la jirafa en los abrevaderos . Su postura forzada al beber la obliga a permanecer alerta y a interrumpir la acción ante el menor movimiento. Las observaciones de campo citadas por Valeix en 2008 señalan que es la especie que más veces abandona un punto de agua sin consumirla . Esa precaución resulta coherente con su morfología y con la lentitud de sus movimientos al recuperar la vertical.
La investigación concluye que las patas largas no son un simple apoyo del cuello, sino una solución fisiológica que permite mantener la vida en una estructura tan alta . La disposición del cuerpo equilibra las demandas energéticas del corazón con la necesidad de acceder al follaje de las acacias. Ese diseño, alcanzado por acumulación de pequeñas ventajas evolutivas, marca el límite práctico de lo que la biología terrestre puede sostener en vertical.

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