El pollo es una proteína baja en grasas y de fácil digestión que, por su gran versatilidad, es el ingrediente estrella de innumerables platillos. Pero, ¿qué ocurre cuando el sabor es tan fuerte que se convierte en el temido “pollo que sabe mucho a pollo” ? Una experta en seguridad alimentaria explica los factores que influyen en este sabor intenso y cómo este fenómeno es solo la punta del iceberg de una crisis de frescura y confianza .

La ingeniera en alimentos, Mariana Zapién, detalla que el problema no se limita al mero sabor; es, en realidad, una manifestación de que la calidad sensorial del pollo (su olor y gusto) está comprometida.

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