El comité escolar de Menifee en California se reunió de emergencia. Había que proteger a los niños. ¿De qué? ¿De una novela para adultos? ¿Un manual de satanismo? No. De un diccionario. Un alumno había encontrado la definición de “sexo oral” en un Merriam-Webster y los padres decidieron que aquello era demasiado para las almas inocentes. Solución: retirar todos los ejemplares mientras se decidía si el diccionario era apropiado para la escuela.

Usualmente imaginamos la historia de los libros prohibidos con hogueras, inquisidores y un índice de autores condenados. Ahí están las novelas peligrosas, los tratados filosóficos sospechosos, los panfletos políticos quemados en la plaza. Y es verdad. Durante siglos, la Inquisición práctico la censura de libros por motivos teológicos y filosóficos.

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