En México se está abriendo una etapa que muchos esperábamos desde hace años. La presidenta de la República ha sido clara, directa y categórica, la fiscalización debe ser real, profunda y sin excepciones, y la impunidad en todas sus formas debe terminar. Ese mensaje no es retórico ni circunstancial; es una hoja de ruta para reconstruir la confianza pública y para desmontar, de una vez por todas, las estructuras que durante décadas normalizaron el abuso, la opacidad y la falta de consecuencias.

Para alguien como yo, que ha dedicado prácticamente toda su vida pública al servicio público, y, sobre todo, a supervisarlo desde sus propios cimientos, este nuevo clima político no es sólo pertinente, es indispensable. Mi trayectoria como Diputado Federal, como funcionario de la Comisión de Vigilanc

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