'The Guardian' desgrana cómo acabó un antiguo obispo mormón declarándose culpable de aceptar sobornos por hacer declaraciones a favor de Rusia en el Parlamento Europeo

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Lo primero que la mayoría de la gente recuerda de Nathan Gill es su altura imponente. Con sus 193 centímetros de estatura, el exlíder del partido ultraderechista Reform UK en Gales sobresalía por encima de colegas y rivales, y sus botas vaqueras favoritas lo hacían todavía más alto.

De no ser por eso, este hombre de 52 años y voz suave habría pasado desapercibido entre los pintorescos personajes que acompañaban al líder del partido, Nigel Farage. Hasta hace poco, los perfiles que se escribían sobre él se centraban en su rareza como político: un miembro abstemio de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días que enarbolaba la bandera del Ukip (el partido precedesor de Reform) en el Parlamento de Gales, donde sus rivales le acusaban de no acudir a menudo.

Su imagen actual es notablemente diferente y perturbadora. Se espera que este viernes sea condenado en el Old Bailey [Tribunal Penal Central de Inglaterra y Gales] tras declararse culpable por aceptar sobornos para favorecer a Rusia en sus declaraciones como miembro del Parlamento Europeo. Una caída en desgracia casi única en la política británica moderna, comparable tal vez a la de John Stonehouse, el prometedor diputado laborista reclutado a principios de los 60 por los servicios checos de espionaje.

Pero la caída de Gill no es solo personal. Sus vínculos con Rusia generan preguntas incómodas también para Reform UK y su líder, Nigel Farage. Gill era uno de los principales lugartenientes de Farage cuando los dos estaban en Bruselas y, aunque el líder ultraderechista haya intentado distanciarse de él, varias personas que trabajaron con ellos en la capital belga han contado a The Guardian que tenían una relación estrecha.

“Postales” y “regalos de Navidad”

La caída de Gill se remonta a julio de 2021, cuando, en la cola de llegadas del aeropuerto internacional Dulles (en Washington D.C.), unos agentes del FBI detuvieron a Oleg Voloshyn, político ucraniano afín al Kremlin y a Viktor Medvedchuk, el oligarca ucraniano conocido en su país como el “príncipe oscuro” por su alianza y amistad duradera con Vladímir Putin.

Faltaba menos de un año para que Rusia comenzara la invasión a gran escala de Ucrania y Medvedchuk había sido acusado de traición. Sus canales de televisión, en los que emitía propaganda rusa, habían sido retirados de la parrilla. Voloshyn era su enviado en Occidente y estaba en el punto de mira de las autoridades estadounidenses.

En el teléfono de Voloshyn, el FBI encontró mensajes de WhatsApp en los que hablaba de pagos secretos a Gill. Fue puesto en libertad después de tres horas de interrogatorio, pero tanto Voloshyn como Medvedchuk quedarían señalados un año después por Estados Unidos como agentes de un complot del Kremlin para instalar a un gobierno títere en Ucrania.

Voloshyn era el otro acusado junto a Gill, pero ya se encontraba en Moscú, fuera del alcance de las autoridades británicas. En septiembre de 2021, dos meses después de la breve detención de Voloshyn, la policía antiterrorista arrestó a Gill en el aeropuerto de Manchester. Los agentes encontraron mensajes en su teléfono que demostraban un acuerdo con Voloshyn. Según la Fiscalía, Gill aceptó dinero en efectivo en al menos ocho ocasiones a cambio de declaraciones y opiniones que beneficiaban a Rusia.

La cantidad aún no se ha revelado, pero en los mensajes de WhatsApp entre él y Voloshyn se mencionan cantidades que suman al menos 10.000 libras esterlinas [unos 11.300 euros]. Al leerlas ahora, aquellas declaraciones públicas de Gill parecen sutiles, pero sirvieron para crear un ambiente propicio para la guerra de propaganda que el Kremlin libraba para presentar a los líderes ucranianos afines a Occidente como represivos.

Nathan [Gill] ocupaba un lugar único en el partido. Era la figura central en Gales

A cambio de su cooperación en esta secreta campaña de relaciones públicas, Gill recibió “postales” y “regalos de Navidad”, los nombres en clave del dinero percibido. Eran su recompensa por pronunciar discursos en el Parlamento Europeo y conceder entrevistas televisivas con guiones escritos por Voloshyn.

En respuesta por correo electrónico a The Guardian, Voloshyn desmiente haber actuado bajo órdenes del servicio de espionaje ruso FSB, como sostienen las autoridades de Reino Unido y EEUU. Insiste en que los pagos, que solían ser de entre 4.000 y 5.000 libras esterlinas cada uno [entre 4.500 y 5.700 euros], no eran sobornos, sino honorarios a cambio de su aparición en los medios. Describe a Gill como un “humilde” padre de cinco hijos, que “claramente no es rico” y que está siendo “víctima de una conspiración geopolítica”.

La enrevesada historia de Gill y Voloshyn genera nuevas preguntas sobre cómo Rusia ha intentado cultivar contactos dentro de la política británica. David Coburn y Jonathan Arnott también trabajaban en Bruselas como eurodiputados del bloque Ukip de Farage, cuando en octubre de 2018 viajaron junto a Gill a Ucrania en una visita durante la que fueron entrevistados por el canal prorrusso 112 Ucrania, asociado a Medvedchuk.

Seis semanas más tarde, el 11 de diciembre de 2018, los tres eurodiputados hicieron declaraciones similares durante un debate en el Parlamento Europeo sobre la libertad de prensa en Ucrania y sobre la decisión de permitir que el país ingrese en la Unión Europea (UE). Gill fue el primero en hablar. Tras expresar su “plena solidaridad por Ucrania”, añadió: “Es un error combatir la represión con represión”. Según los fiscales británicos, Voloshyn le había entregado a Gill el guion de ese discurso el 7 de diciembre de 2018.

Arnott y Coburn hablaron a continuación. El primero pidió al Gobierno ucraniano que garantizara la libertad de prensa “en un contexto de violencia contra los periodistas y del cierre propuesto de canales de televisión”. Coburn acusó a los dirigentes de Kiev de “no estar a la altura” en materia de libertad de prensa, acusándolos de “conspirar” para cerrar el canal ‘112 Ucrania’ y cuestionando si el país era apto para adherirse a la UE. Gill y Coburn formaban parte en ese momento del nuevo consejo “internacional” del canal, junto con Voloshyn y otros.

No hay indicios de que Coburn o Arnott aceptaran sobornos como Gill. Contactado por The Guardian, Arnott ha rechazado tener vínculos con Rusia o haber actuado en su interés, recordando otra parte de su discurso en la que decía que “la mejor respuesta a la pérdida de libertad es aumentar la libertad”. “Creo que eso proporciona un poco de contexto a lo que decía en el discurso y explica mi punto de vista; la represión de la libertad de expresión por parte de Rusia no debe contrarrestarse con la misma represión por parte de Ucrania”, dice. The Guardian también ha tratado de contactar con Coburn, sin éxito.

En su intercambio por correo electrónico con The Guardian, Voloshyn responde que la cadena 112 Ucrania “debería haber” cubierto los gastos de viaje de los eurodiputados durante la visita de 2018. Pero en los hechos, y según las declaraciones de los tres ante el Parlamento Europeo, los billetes fueron sufragados por el Centro Europeo para la Democracia y los Derechos Humanos, una tapadera creada por agentes del espionaje ruso apropiándose del nombre de una organización genuina.

El polaco Janusz Niedźwiecki, presidente ficticio de esa organización pantalla, fue detenido en 2021 en su país como sospechoso de espiar para Rusia. Arnott dijo que, de haber sabido que el dinero para el viaje procedía de agentes rusos, “obviamente no habría participado en ninguna visita en esas condiciones”.

Red de contactos

Farage ha tenido que responder varias preguntas sobre el alcance de su relación con Voloshyn. Nadia Sass, esposa de Voloshyn y periodista de la cadena 112 Ucrania, escribió el año pasado en la red social X que “echaría de menos a Nigel Farage y a su equipo” junto a una foto que podría ser de 2018 en la que ella y Farage aparecen fuera del Parlamento Europeo.