La ministra de Exteriores colombiana analiza en una entrevista con elDiario.es la crisis diplomática con Washington y la creciente tensión por el despliegue militar en el Caribe, que eleva la presión sobre Venezuela
Trump no descarta una acción militar en Venezuela y se muestra dispuesto a ataques en México “para detener el narcotráfico”
Rosa Yolanda Villavicencio (Bogotá, 1962) lleva menos de cinco meses al frente de la cartera de Exteriores de Colombia, pero ya le ha tocado navegar toda una crisis diplomática con Washington. Las relaciones se han deteriorado desde el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, con episodios recientes de tensión como la escalada verbal con Gustavo Petro, las sanciones y la retirada de su visado –ella renunció al suyo “en solidaridad” con el presidente– mientras EEUU eleva la presión sobre Venezuela e intensifica los ataques contra supuestas narcolanchas en el Caribe y el Pacífico, que se han cobrado decenas de vidas, también colombianas.
Villavicencio llega armada con un puñado de folios llenos de datos y mapas a la entrevista en Casa de América. Su objetivo es desmontar la narrativa trumpista que sostiene que Colombia ha fracasado en la lucha contra el narcotráfico. “Colombia ha hecho muchas incautaciones de cocaína en alta mar y no ha hecho falta una presencia militar para ello, ni muertes extrajudiciales”, dice a elDiario.es la canciller, que no obstante señala que su país se encuentra en un proceso de “desescalada” con EEUU.
La capital española es un lugar familiar para la jefa de la diplomacia colombiana, que fue elegida en 2007 diputada de la Asamblea de Madrid por el PSOE –se convirtió en la primera mujer de origen latinoamericano en ocupar un escaño en la Cámara Regional–. “Extraño mucho Madrid. Es una ciudad muy apacible. Aunque también tiene lo suyo, si se compara con los niveles de zozobra y de estrés que hay en este momento en América, se nota y se añora”.
Ha llegado a la cancillería en un momento turbulento, atravesado por la tensión con Washington, cuyas consecuencias para Colombia son inciertas. ¿Cómo define el estado actual de la relación con EEUU?
Durante un tiempo corto ha ido muy mal, cada vez peor. Actualmente, estamos en un momento de desescalar esa tensión y de no debatir en público sobre las diferencias, porque no ayuda mucho a buscar que se restablezca de nuevo el diálogo diplomático y la negociación política para clarificar controversias que se han generado en torno a los resultados de la lucha contra el narcotráfico por parte de Colombia.
¿A qué se refiere?
Ha habido unas mediciones inexactas según las cuales parece que no se ha hecho nada y que el número de toneladas por hectárea, la productividad, es más grande de lo que realmente es, porque no se han considerado las dinámicas internas de las negociaciones y de los procesos de sustitución de cultivos que han llevado a que algunas zonas que históricamente fueron cultivos de coca hoy en día ya no lo sean tanto, y que vayan disminuyendo.
Esta ha sido una controversia bastante grande, porque fue casi la única variable que tuvo en cuenta EEUU para descertificar a Colombia [en la lucha contra las drogas]. EEUU no solamente puede medir la lucha contra las drogas por la erradicación de hectáreas, porque la erradicación sin una sustitución y sin una alternativa real para los campesinos no sirve de nada, tiene que haber una transformación del territorio y de esas economías ilícitas a economías lícitas.
El número de toneladas de cocaína incautadas en Colombia ha aumentado año a año de manera considerable, así como la destrucción de laboratorios y el número de personas extraditadas. Muchas de estas incautaciones se hacen en alta mar y no ha hecho falta una presencia militar para ello, sino la colaboración de siempre en términos de intercambio de información de inteligencia con EEUU y con otros países para poder detener a estas embarcaciones en aguas internacionales sin cometer violaciones del derecho internacional humanitario, ni muertes extrajudiciales. No había que hacer nada de esto, porque la cooperación militar y de seguridad funciona para tener los resultados esperados.
El temor a una eventual intervención de EEUU en Venezuela es grande, porque suponemos que una presencia militar con portaaviones, tan desproporcionada, no es en vano
Mencionaba que están en un proceso de desescalada con EEUU, pero esta misma semana Trump abrió la puerta a la posibilidad de atacar instalaciones relacionadas con la droga en Colombia.
Intentamos que ni el presidente Trump ni el presidente Petro generen un debate público sobre esas controversias porque eso no ayuda a la posibilidad de una mediación. Una intervención tampoco es buena para EEUU porque va a afectar a su economía.
Naciones Unidas se ha pronunciado sobre las muertes extrajudiciales, que no se ajustan al derecho internacional humanitario. La propia CELAC ha declarado no estar de acuerdo con la presencia militar en el Caribe y con la posibilidad de una agresión. Países como Reino Unido y Países Bajos están diciendo que si continúan estos bombardeos a personas en embarcaciones no van a compartir información de inteligencia. Falta más acción de la comunidad internacional para detener esta posibilidad de agresión en un hemisferio que se declara como región de paz y que, aunque tiene sus problemas internos, no tiene en este momento un conflicto como el de Rusia y Ucrania o como lo que todavía sucede en Gaza. ¿Qué interés hay en conflagrar más el mundo?
Hay un manifiesto rechazo y esperamos que lo siga habiendo. Si hay una agresión, solamente las poblaciones podrán ejercer alguna presión sobre los gobiernos para que se pronuncien en contra.
Su Gobierno amagó con suspender el intercambio de datos de inteligencia con EEUU por los ataques, pero después se dijo que el anuncio se había “malinterpretado”. ¿Qué pasó?
El Gobierno ha dicho que continuará la colaboración militar. Antes de que empezaran las agresiones, Estados Unidos, por temas presupuestarios y de visión, redujo los fondos de la [agencia] USAID, la cooperación para temas humanitarios, para algunos aspectos productivos y para la acogida de migrantes en Colombia, un país que recibió a casi tres millones de venezolanos.
En cambio, se mantuvo toda la cooperación militar para la lucha contra el tráfico y el multicrimen. A raíz de los bombardeos, donde ya han muerto cerca de 80 personas, se dijo que no vamos a compartir una información que sirva para violar derechos humanos. Pero se mantiene, porque tenemos varios procedimientos, por ejemplo, sobre la migración en los aeropuertos, donde se comparte información con Europol e Interpol, eso se mantiene, al igual que la cooperación militar para la lucha contra el tráfico de drogas.
Trump ha desplegado un gigantesco portaaviones en el Caribe, lo que eleva aún más la presión sobre Maduro, y sopesa si emprender acciones militares contra Venezuela. ¿Hasta dónde puede llegar? ¿Cuál es la posición de Colombia ante una eventual intervención?
El temor es grande, porque suponemos que una presencia militar con portaaviones, tan desproporcionada, no es en vano. Ojalá se retire. Puede que haya alguna operación encubierta.
Nosotros nos preparamos para la posibilidad de que haya un éxodo que afectaría mucho el norte de Colombia y generaría una crisis humanitaria, porque los municipios y los departamentos de toda esa frontera no tienen la capacidad para recibir a no sabemos cuántas personas. En la crisis anterior, fueron tres millones de personas, y contábamos con el apoyo de cierta cooperación, pero ya no la hay. Por supuesto, los recibiríamos porque son pueblos hermanos y muchos seguramente serán colombianos o descendientes de colombianos. También habría un impacto económico, porque se pararía la economía y afectaría al intercambio comercial, lo que generaría más pobreza en Venezuela. El impacto sería muy negativo para nuestras industrias, confecciones y alimentos que abastecen en buena parte a Venezuela.
El rescate a Milei, el castigo a Brasil con aranceles, los ataques contra embarcaciones… ¿Está asistiendo la región a una reactivación de una suerte de “doctrina Monroe” por parte de Washington para reafirmar su hegemonía en el hemisferio occidental?

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