Hay estados de las cosas donde todo parece monótono, gris, desalmado, donde no encontramos grandes destellos de magia. Son esos estados en los que una sociedad suele ser confusa, imposible de leer con certeza, en los que reina un estado emocional y una cierta latencia que no se ve en encuestas, candidatos, o discursos. Así estamos hoy entre crisis, algoritmos y consumos prefabricados. Pero también es en esos momentos cuando el poder de lo colectivo respira por su cuenta propia y muestra que, aun mientras la política se ve hegemonizada por un discurso hostil e individualista, la vida social y cultural, tal como lo hace el agua, sigue moviéndose y buscando surcos, grietas, espacios para asentarse, llenar vacíos y recuperar el equilibrio. Hay momentos que nos recuerdan que no nacimos para

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