Donald Trump no está hablando sólo de petróleo. Está hablando de poder. Con su nuevo plan para reactivar y expandir las subastas de perforación de petróleo y gas en aguas estadounidenses —incluida la costa de California— el presidente republicano no busca únicamente más barriles: busca imponer un modelo de país a contracorriente de la transición energética y, de paso, humillar políticamente a uno de sus adversarios más visibles, el gobernador demócrata Gavin Newsom.
El anuncio realizado ayer jueves es una jugada calculada. Trump desmantela el calendario heredado de Joe Biden, que había limitado la expansión de la perforación marítima, y lo sustituye por una narrativa de “dominio energético” que conecta con su base: autosuficiencia, músculo industrial, independencia frente a regulaciones c

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