Cuando el cuerpo se volvió máquina y el sudor se convirtió en ideología.
El siglo XIX inventó la gimnasia… y la culpa por no hacerla.Hasta entonces, el cuerpo había servido para sobrevivir o para lucirse; ahora debía producir .La revolución industrial no solo multiplicó el carbón, también el cansancio.La máquina impuso su ritmo, y el cuerpo —obediente como siempre— aprendió a imitarlo.El músculo se volvió engranaje, el corazón un metrónomo, el alma un asunto privado.Moverse dejó de ser arte o plegaria: fue protocolo laboral.
El sudor, que antes redimía o seducía, pasó a significar eficiencia.Quien sudaba poco era sospechoso; quien descansaba, subversivo.El trabajo físico se convirtió en virtud pública, y el ocio, en pecado moderno.La fuerza muscular se moralizó: había que trabajar duro

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