La política -además de imprescindible para organizar la vida en común- es una fuente de intensas emociones y tensiones especialmente para quienes la viven desde afuera.

El ciudadano común hace tiempo está inmerso en un flujo incesante de información, opiniones y conflictos y en las que las crisis económicas, los escándalos o declaraciones altisonantes producen una descarga emocional inmediata (de indignación, miedo, enojo o desilusión)

que suelen terminar en discusiones en la vida familiar, en los grupos de amigos y en las redes sociales, generando una forma de estrés social que tiene marcados efectos sobre la salud mental.

El estrés político actúa igual que el estrés laboral o familiar, por lo que no es casual que suelan aumentar los síntomas psicosomáticos en períodos electoral

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