El sello que distinguió a la Revolución Mexicana (1910-1920) fue la irrupción protagónica de las clases populares —campesinos, indígenas, rancheros, jornaleros, peones, obreros, artesanos y maestros—, en el escenario nacional.
Su presencia, su lucha, se expresó en un programa social que cambió el destino de México.
Ya en el artículo 3o del Plan de San Luis Potosí, proclamado por Francisco I. Madero, se establecía el compromiso de devolverle la tierra a los campesinos despojados por las haciendas, punto que motivó la participación de los hombres y mujeres del campo, del norte y del sur, en la convocatoria a tomar las armas el 20 de noviembre de 1910.
Emiliano Zapata se levantó con el Plan de Ayala en noviembre de 1911 para recordar que su batalla era por la tierra y no sólo por el cambio

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