La inteligencia artificial (IA) ha irrumpido con fuerza en el ámbito educativo, transformando la forma en que los estudiantes aprenden y se relacionan con la información. Universidades de renombre, como Oxford y Columbia, han comenzado a integrar herramientas como ChatGPT en sus programas académicos, lo que ha generado tanto oportunidades como desafíos en el proceso de enseñanza-aprendizaje.
Un informe reciente indica que el 88% de los estudiantes ha utilizado inteligencia artificial para realizar tareas, lo que refleja un cambio significativo en la percepción de la tecnología en el ámbito académico. Sin embargo, este uso generalizado plantea preocupaciones sobre el impacto en las habilidades cognitivas de los alumnos. Estudios sugieren que la dependencia de la IA puede llevar a una menor activación de áreas cerebrales relacionadas con el razonamiento y la creatividad, lo que podría afectar la capacidad de los estudiantes para desarrollar ideas propias y fundamentar sus escritos.
Dani Bujan, especialista en EdTech, advierte que el uso indiscriminado de la IA en las aulas puede resultar en una "deuda cognitiva". Esto significa que los estudiantes, al recibir respuestas directas de la IA, dejan de activar los procesos necesarios para aprender, lo que puede llevar a una forma de pensamiento más superficial. Un estudio del MIT revela que el uso de IA puede reducir hasta un 55% la actividad cerebral, afectando la memoria, la atención y el razonamiento.
La situación se complica aún más en el contexto de las aulas argentinas, donde los estudiantes han adoptado estas herramientas sin un marco regulatorio claro. La IA no solo facilita la producción de trabajos académicos, sino que también reconfigura la manera en que los alumnos piensan y toman decisiones. Bujan señala que la IA puede reforzar sesgos existentes en los estudiantes, ya que no ofrece correcciones ni contextos, lo que limita el aprendizaje crítico.
Además, el uso de dispositivos móviles en las aulas ha generado distracciones significativas. Un estudio indica que el 97% de los alumnos revisa su teléfono durante las clases, lo que afecta su concentración y rendimiento académico. Las instituciones educativas enfrentan el desafío de equilibrar el uso de la tecnología con la necesidad de fomentar habilidades críticas y creativas en los estudiantes.
La normalización de la IA en la educación también tiene repercusiones en la vida familiar, ya que los padres pueden tener dificultades para discernir entre el uso académico y recreativo de estas herramientas. La integración de la IA en el aula debe ser cuidadosa, considerando tanto sus beneficios como sus riesgos. Es fundamental que las instituciones educativas establezcan directrices claras y fomenten un uso responsable de la tecnología, priorizando el desarrollo de competencias esenciales que ninguna herramienta digital puede reemplazar.
En conclusión, la inteligencia artificial presenta un panorama complejo en el ámbito educativo. Si bien puede democratizar el acceso a recursos y facilitar el aprendizaje, es crucial que su implementación se realice con criterio y atención a los efectos que puede tener en el desarrollo cognitivo y emocional de los estudiantes.

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