No fui a la COP30 en Belém.

No porque me haya cansado del clima, ni porque me falte compromiso.

No fui porque he llegado al punto en el que el formato COP se siente cada vez más desconectado de la realidad que pretende gobernar.

Un amigo brasileño me dijo algo brutalmente honesto:

“Después de los portugueses, la peor cosa que le pasó a Belém… fue la COP”.

Más allá de la exageración histórica, esa frase condensa algo que muchos en el terreno sentimos y casi nunca nos atrevemos a decir en voz alta: demasiada escenografía, muy poca coherencia con la urgencia física del clima.

Yo estaba en París en 2015, justo después de los atentados del Bataclan y otros ataques que dejaron la ciudad en shock . Había miedo, pero la sensación de estar viviendo un punto de inflexión era más fuerte. Cr

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