Durante años, mirar la etiqueta de cualquier dispositivo, prenda o cargador ha sido casi una formalidad. La respuesta solía ser la misma: “ Made in China ”. Esa frase se convirtió en la prueba silenciosa de que el gigante asiático había logrado consolidarse como la fábrica del mundo. Desde móviles de marcas estadounidenses hasta pequeños componentes de electrodomésticos europeos, gran parte de lo que usamos cada día ha salido de líneas de producción chinas. Pero esa realidad está empezando a cambiar. El liderazgo industrial de China ya no se sostiene únicamente con abundante mano de obra y bajos costes, y el modelo que dominó las últimas décadas necesita transformarse.
El giro no es solo económico, también social. Cada vez menos jóvenes chinos quieren trabajar en fábricas , un fenómen

Xataka

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