Había una predisposición al desbordamiento fantástico, una fascinación superlativa por los avances científicos y la evocación premonitoria de un sueño el verano lluvioso en que se instaló en Villa Diodati –propiedad de – con su pareja, el poeta Percy B. Shelley, y otros compañeros escritores, para crear la obra gótica más icónica de la literatura europea. "Creí ver a un pálido estudiante de artes impías de rodillas junto al objeto que había armado. Vi al horrible fantasma de un hombre extendido y que luego, tras la obra de algún motor poderoso, éste cobraba vida, y se ponía de pie con un movimiento tenso y poco natural", llegó a reconocer años más tarde la autora británica sobre ese anhelo proyectado inicialmente en su imaginación que tiempo después recuperaría para construir el nacimien
"Frankenstein": la más bella carta de amor al monstruo
LA RAZÓN Cultura1 hrs ago
26


Foreign Policy
Orlando Sentinel Politics
The Daily Beast
Edmonton Sun World
AlterNet
Tampa Bay Times Sports
Raw Story