El mundo atraviesa uno de los momentos más tensos de las últimas décadas. El mapa geopolítico parece inclinarse hacia un abismo conocido, la antesala de un conflicto global. Las tensiones entre potencias, los juegos de influencia, las respuestas militares y las amenazas veladas, y no tan veladas, han devuelto a la humanidad un miedo que creíamos superado tras la caída del Muro de Berlín. Hoy, el fantasma de una tercera guerra mundial ya no es una exageración de catastrofistas, es una posibilidad que empieza a mencionarse con inquietante naturalidad.

Detrás de las declaraciones altisonantes y de las maniobras estratégicas hay algo profundamente humano, que no entra en los informes oficiales, los millones de personas que observan, impotentes, cómo sus vidas quedan atrapadas entre decisiones

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