El futbol mexicano dejó de ser un fenómeno estrictamente doméstico cuando empezó a leerse como industria. No ocurrió de golpe ni por decreto. Llegó a partir de decisiones que han impactado dentro de la entorno deportivo de nuestro país. Una de ellas fue la de Marc Spiegel, un empresario estadunidense que revisó balances en 20 países antes de adquirir un club de primera división en México. Querétaro no fue una elección sentimental, fue una conclusión. Ahora el Atlas puede ser la siguiente franquicia que pase a manos extranjeras.

Ese movimiento colocó a la Liga MX en una conversación distinta. No como escaparate de ocasión por la cercanía del Mundial 2026 , sino como un producto con valor propio. Audiencias constantes, contratos televisivos extensos, marcas con arraigo y un mercado

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