Déjenme que les cuente una historia, que hoy no es corta, ni siquiera ha terminado, ya verán. Faltaban tres días para las campanadas de fin de año. Era lunes. Los españoles habíamos cumplido la semana anterior con la tradición del sorteo de Lotería, la Nochebuena y el día de Navidad. Y justo antes con lo que habíamos cumplido era con nuestro deber de elegir un nuevo Parlamento terminada la legislatura.
La jornada electoral había sido fría -veinte de diciembre- y la noche del escrutinio había sido muy fría para quien gobernaba España (de mayoría absoluta a solo 123 diputados, sesenta y tres menos) y no solo muy fría, sino gélida, para quien aspiraba a gobernar (apenas noventa diputados, veinte menos de los que tenía).
El año era 2015. El veterano Rajoy encajaba un castigo popular de los q

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