A los emprendedores nos encanta formular estrategias y poner objetivos en la agenda. Sin embargo, debemos admitir que fijar metas no sirve de nada si nuestras decisiones diarias no están alineadas con esa dirección. Podés tener el mejor plan, el calendario perfecto y la visión más clara, pero si llegado el día hacés algo distinto y dejás que la urgencia reemplace a la intención, tu crecimiento se va a ver afectado.
El desafío es que muchas veces creemos que no avanzar se debe a la falta de tiempo, cuando, en realidad, somos nosotros mismos entreteniéndonos con cosas que nos desvían sin darnos cuenta. Y lo más peligroso es que esas distracciones no se presentan como problemas: se presentan disfrazadas de oportunidades “imperdibles”. Esa propuesta de negocio que aparece de golpe, que promet

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