Hubo una noche del 28 de noviembre del 2000 en la que el tiempo se inclinó ante un equipo argentino en la Intercontiental. Fue en Tokio, cuando Boca entró al estadio como un desafío al destino y salió como una leyenda escrita a fuego, nada menos que ante Los Galácticos del Real Madrid. En seis minutos, mientras Europa bostezaba confiada, Martín Palermo detonó dos bombas capaces de romper continentes y certezas. Fue el rugido de un gigante que no admite soberbias ajenas.
El cielo japonés, frío y cristalino, fue testigo de un Boca que se movía con la precisión de quienes conocen su misión. Riquelme, en estado de gracia, tejía hilos invisibles para mover el partido como si fuese un poema táctico. Y Bianchi, imperturbable, recitaba silenciosamente la sinfonía que ya había ensayado en el alma

La Verdad

Diario Uno
Noticias Argentinas
El Intransigente
Noticias de Argentina
Infobae
Todo Noticias
El Destape Deportes
Clarín Deportes
Newsweek Top
Nintendo Life
The Shaw Local News Sports
The Daily Beast
ABC News