Hay días en los que el cuerpo pide ligereza: una historia amable, un poco de humor y un mundo en el que las cosas se resuelvan con calidez. Las historias feel-good cumplen exactamente esa función: no se burlan del espectador, no subestiman sus emociones y tampoco pretenden dar grandes lecciones, sino acompañar con una sensación de bienestar . En un panorama cinematográfico lleno de propuestas intensas, oscuras o demasiado exigentes, estas películas funcionan como un descanso necesario.
Son relatos donde los personajes, aunque imperfectos, encuentran caminos posibles, donde la risa aparece sin previsión y donde la emoción se construye desde lo cotidiano. Por eso, cuando el ánimo está bajo o simplemente buscas algo reconfortante, el cine feel-good aparece como un pequeño refugio. Esta sel

Plaza de Armas

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