Estamos cansados, pero seguimos corriendo

Vivimos en una época que romantiza la velocidad. Se venera el multitasking y se presume del cansancio como si fuera una medalla profesional. Pero detrás de ese culto a la exigencia hay una verdad incómoda: estamos agotados, y, aun así, seguimos apretando el acelerador como si no existiera otra forma de vivir.

Nos despertamos con notificaciones y nos dormimos con pendientes. Medimos los pasos, el sueño, el agua y hasta el humor con aplicaciones que prometen bienestar, pero que en el fondo solo nos recuerdan que no llegamos a nada. Todo tiene un KPI, incluso la felicidad.

Corremos con la sensación permanente de que; si frenamos quedamos afuera, si aflojamos perdemos oportunidades, si descansamos somos menos valiosos. El miedo a no rendir se convir

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