Un plan por puntos favorable a Rusia. Una amenaza para forzar el sí de Ucrania. Una fecha límite que no se cumple. El manual utilizado por EEUU para tratar de poner fin a la invasión de Ucrania se parece demasiado al utilizado en Gaza y cuenta con el mismo dúo negociador Kushner-Witkoff que logró el alto el fuego en la Franja —que Israel viola TODOS los días y que aún no ha avanzado a su fase más delicada sobre el futuro de Gaza—. Esta semana se espera que Witkoff viaje a Moscú para reunirse con Putin y Dan Driscoll continuará con sus contactos con Ucrania.
“Si no te importa, Steve [Witkoff], centrémonos primero en Rusia, ¿vale?”, le dijo Trump al jefe de la diplomacia en la sombra durante su discurso en el Parlamento israelí para celebrar el acuerdo de los 20 puntos sobre Gaza. Solo un día después, Witkoff descolgó el teléfono: “Quizá hacemos una propuesta de paz de 20 puntos, como hicimos en Gaza. Podríamos hacer lo mismo con vosotros”, le dijo a su homólogo ruso. La transcripción de aquella llamada de octubre, filtrada esta semana , ha irritado a muchos por la afinidad de Witkoff con Moscú. “Que Putin le diga a Trump que es un hombre de paz. A partir de ahí, será una muy buena llamada”, recomendaba el estadounidense.

De todo esto he hablado con Alpaslan Ozerdem , decano de la Facultad Jimmy y Rosalynn Carter para la Paz y la Resolución de Conflictos de la George Mason University. Ozerdem tiene más de 20 años de experiencia investigando cómo acaban las guerras y ha estudiado los casos de Afganistán, Bosnia, El Salvador, Indonesia, Kosovo, Líbano, Liberia, Nepal, Nigeria, Filipinas, Sierra Leona, Turquía, Somalia… “Aquí hay un parecido familiar entre Ucrania y Gaza”, dice. “Son marcos diseñados externamente, con plazos comprimidos, un fuerte énfasis en la ‘estabilidad’ y mecanismos de aplicación que se apoyan en el poder de convocatoria de Estados Unidos más que en instituciones independientes”, añade.
“En ambos casos, el riesgo es ‘conformarse’ o acordar cualquier cosa en lugar de lograr un acuerdo real: gestionar la violencia sin abordar sus causas”, advierte Ozerdem. “Gaza se encuentra inmersa en una densa red de ocupación asimétrica, bloqueo, rivalidades regionales y un grave colapso humanitario. Ucrania es una guerra entre Estados con reivindicaciones territoriales, cuestiones de alianzas y la arquitectura de seguridad europea en juego. Un copia-pega de uno a otro fracasará. En ambos casos lo que falta es un seguimiento creíble, la automaticidad de las sanciones o la ayuda y un camino real para la justicia”.
Las condiciones necesarias
El mundo está lleno de guerras e intentos de procesos de paz. La semana pasada, el Ejército de Sudán rechazó una propuesta de EEUU de alto el fuego en su guerra contra los paramilitares de las Fuerzas de Apoyo Rápido. El conflicto estalló en 2023 como una lucha de poder interna y ha acabado como la mayor crisis humanitaria del mundo: hambruna, 14 millones de desplazados y más de 40.000 muertos (probablemente muchos más) en un genocidio del que apenas se habla y en el cual se pueden ver, literalmente, los charcos de sangre desde el espacio . “Es el peor documento hasta ahora: elimina las fuerzas armadas, disuelve las agencias de seguridad y mantiene a la milicia donde está”, ha denunciado el mayor general sudanés. “Si la mediación continúa en esta dirección, lo consideraremos como una mediación tendenciosa”.
Sin una supervisión independiente, el restablecimiento automático de las sanciones en caso de incumplimiento y un organismo multilateral de aplicación de la ley anclado en la UE/OSCE con la participación de la ONU, se obtiene por diseño un conflicto congelado
Alpaslan Ozerdem — George Mason University
Muy lejos de allí, en Turquía, esta semana una comisión parlamentaria de varios partidos, incluidos los ultranacionalistas, ha realizado una visita en la cárcel a Abdullah Ocalan , líder del PKK que marcó recientemente el final de la lucha armada y el desmantelamiento del grupo guerrillero kurdo que libraba desde hace décadas una guerra contra el Estado en la que han fallecido más de 40.000 personas.
“Para un proceso de paz exitoso se debe dar, como mínimo, un estancamiento mutuamente perjudicial en el campo de batalla (ambas partes creen que seguir luchando no mejorará su posición); compromisos creíbles (normas claras, supervisión independiente y consecuencias predecibles en caso de incumplimiento); y un diseño inclusivo que dé voz a quienes han pagado el precio más alto (grupos de víctimas, mujeres, minorías, comunidades desplazadas)”, explica Ozerdem.

“Los acuerdos duraderos también dependen de una vía de seguridad (alto el fuego, desarme y reintegración de los excombatientes, garantías policiales y judiciales), una vía política (participación, secuencia de elecciones, gobernanza local) y una vía económica (recuperación temprana de los medios de vida, no solo promesas macroeconómicas). La transparencia es importante: el público debe saber el ‘por qué’, el ‘cómo’ y el ‘qué sigue’, o los saboteadores definirán la narrativa”, explica. “La justicia no es un lujo. Una combinación de verdad, reparaciones y rendición de cuentas específica es esencial para la legitimidad”.
“Por último, la arquitectura garante debe durar más que los ciclos electorales. Cuando la aplicación se deja en manos de una sola capital o de un enviado a corto plazo, las partes pondrán a prueba los límites; cuando se basa en instituciones sólidas con mecanismos automáticos, el cumplimiento se convierte en la opción más barata”, añade.
Modelos y ejemplos del pasado
¿Qué haría falta para que el proceso en Ucrania funcionase? “ Las propuestas actuales piden a Kiev que ceda en cuestiones fundamentales de seguridad y soberanía (exclusión permanente de la OTAN, límites a las fuerzas armadas, reconocimientos territoriales de facto) a cambio de garantías que son discrecionales y personalizadas. Se trata de un problema clásico de compromiso creíble”, explica el experto. “Sin una supervisión independiente, el restablecimiento automático de las sanciones en caso de incumplimiento y un organismo multilateral de aplicación de la ley anclado en la UE/OSCE con la participación de la ONU, se obtiene por diseño un conflicto congelado”.
“Si las conversaciones avanzan, deberían dar prioridad a: una línea de alto el fuego supervisada de forma independiente; una verificación intrusiva (que incluya drones, sensores y equipos in situ); una secuencia que vincule cualquier alivio de las sanciones a medidas verificables; y una vía de justicia/víctimas (búsqueda de la verdad, fondo de reparaciones capitalizado en parte con activos sancionados y responsabilidad limitada para los delitos más graves). De lo contrario, cabe esperar una deriva al estilo de Minsk y una escalada periódica”, añade.
Pregunto a Ozerdem qué modelos pasados se pueden usar como buenos y malos ejemplos tanto en Gaza como en Ucrania.
Para Gaza
- Irlanda del Norte (Viernes Santo/Belfast) “por su diseño inclusivo, sus acuerdos basados en el consentimiento y sus sólidos garantes”.
- Sudáfrica “por combinar la transición política con un marco de verdad y reparación. Ambos subrayan la necesidad de incorporar a los actores armados a unas normas con las que los civiles puedan convivir, al tiempo que se invierte en instituciones que perduren más allá de los líderes”.
A evitar:
- Acuerdos de Oslo “por la falta de restricciones aplicables a la realidad sobre el terreno. Privatizó la esperanza y socializó la decepción. También hay que evitar los enfoques puramente centrados en la seguridad que posponen indefinidamente los derechos políticos”. En los Acuerdos de Oslo, ambas partes se reconocieron mutuamente y marcaron una hoja de ruta hacia un Estado palestino que, sin embargo, solo ha servido para consolidar la ocupación israelí.
Para Ucrania
- Dayton (Bosnia) —del que hablamos hace una semana y que ahora cumple 30 años— como modelo de estabilidad para una aplicación firme, no por su “etnificación de la gobernanza”. La lección es copiar la fuerza de aplicación (presencia similar a la IFOR/SFOR, oficina civil con poderes) y evitar al mismo tiempo las cuotas de identidad congeladas. Dayton creó una Bosnia con dos entidades semiautónomas: una para la población serbia y otra para los bosnios (musulmanes) y croatas.
- Colombia (2016) por un “sofisticado proceso de desarme, desmovilización y reintegración de excombatientes, una agenda de desarrollo rural y un sistema judicial centrado en las víctimas. Útil para reflexionar sobre la secuenciación y la legitimidad, aunque los contextos sean diferentes”.
A evitar:
- Minsk I/II , que trató de solucionar el conflicto en el Donbás iniciado en 2014. “Fueron vagos, se aplicaron con poca firmeza y se instrumentalizaron rápidamente. Así como cualquier acuerdo que dependa de una única capital para vigilar las violaciones”.
“En todos los casos, la regla general es sencilla: la paz que se impone de manera imparcial, se explica con transparencia y se percibe justa, especialmente por parte de las víctimas, tiene posibilidades de perdurar. La paz que se impone de manera opaca, indiferente a la dignidad, no lo hará”, concluye Ozerdem.
Tienes que ver...
La película 'Oslo' reproduce muy bien las negociaciones entre israelíes y palestinos que concluyeron en los Acuerdos de Oslo. Me impactó mucho ver cómo los argumentos de cada una de las partes en la película eran idénticos a los que me decían las autoridades israelíes y palestinas para mis reportajes tres décadas después, lo cual es el reflejo perfecto de su fracaso.
Gracias por llegar hasta aquí.
¡Hasta la semana que viene!

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