Cada 1 de diciembre, el calendario nos recuerda una realidad que demasiadas veces preferimos no mirar de frente: el VIH sigue existiendo.

El Día Mundial del Sida , promovido desde 1988, nació para visibilizar una de las mayores crisis sanitarias de nuestro tiempo. Han pasado más de tres décadas; los avances médicos han sido extraordinarios, pero la lucha social, la de los prejuicios y la discriminación, sigue lejos de estar ganada.

Conviene, además, diferenciar con claridad dos conceptos que a menudo se confunden.

El VIH es el virus de la inmunodeficiencia humana, es decir, la infección. El sida, en cambio, es la fase más avanzada de esa infección, cuando el sistema inmunitario está gravemente dañado. No todas las personas con VIH desarrollan sida, y gracias a los tratamientos actuale

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