El cine independiente latinoamericano vive un momento de expansión inesperado. Lejos de quedar eclipsados por la presencia masiva de plataformas globales, numerosos directores y productoras pequeñas están encontrando un espacio donde sus historias locales logran competir con grandes producciones. La paradoja es clara: la misma globalización que parecía amenazar al cine regional terminó convirtiéndose en un megáfono para narrativas distintas a las convencionales.
En la última década, muchas películas independientes han ganado presencia en festivales internacionales, lo que abrió puertas a acuerdos de distribución no solo digitales, sino también en circuitos de cine arte. Este fenómeno se explica por varias razones. Una de ellas es la búsqueda de autenticidad. En un mercado saturado de cont

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