- Si quiere le cuento –me dijo el sargento con criolla gravedad. Me lo encontré en un fortín olvidado gracias a que me llevó mi amigo Carlos Montefusco, el pintor gauchesco.

- Eso es más viejo que vos… -me dijo sospechando uno de los nietos.

- Sí, pero, bueno… - contesté dudando. Y dudaba en serio, porque a veces se me hace que también viví entre los gauchos que guardaban nuestras fronteras. Como le tocó al pobre Fierro y a miles más. No solamente gracias a José Hernández. Confieso mi predilección por el subgénero extinto de historietas gauchescas: mis preferida eran Martín Toro, el Cabo Savino, Capitán Camacho… Hubo muchas y muy buenas. Todas dolorosas. Como nuestra historia. Muchas gloriosas. Como abundan entre nuestra gente. Seguí el relato:

- Así que, cuando me lo encontré, nos di

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