La discusión sobre las vacunas volvió a ocupar el centro del debate público. No por nuevos descubrimientos científicos, sino por la reaparición de viejas supersticiones recicladas en formato de “opinión”. El resultado es grave: enfermedades controladas durante décadas regresan por la caída de las coberturas vacunales. Eso no es un fenómeno místico: es una consecuencia directa de la desinformación y del activismo antivacunas, más estético que racional, que crece entre tutoriales conspirativos y consignas de cotillón.
Las cifras son elocuentes. Según organismos internacionales, las vacunas evitan entre 3 y 5 millones de muertes anuales. Además, representan uno de los instrumentos de salud pública más rentables: cada dólar invertido en inmunización puede ahorrar hasta 20 en gastos hospitalar

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