Un episodio de estrés agudo puede desencadenar daños biológicos en el pelo, pues cuando el sistema nervioso activa la liberación de noradrenalina ante una situación estresante, lesiona las células de los folículos pilosos y puede provocar caída del cabello.
Aunque estas células madre suelen sobrevivir y permiten la regeneración temporal del cabello, el primer daño activa una respuesta autoinmune que marca al organismo; así, nuevos episodios de estrés pueden reactivar ese ataque y provocar recaídas en la pérdida capilar, incluso abrir la puerta a enfermedades autoinmunes.
Esta conclusión proviene de un estudio internacional liderado por especialistas del Instituto de Células Madre de la Universidad de Harvard y publicado en la revista Cell .
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