La pregunta sobre si Lionel Messi jugará su último Mundial en 2026 aparece cada vez que el capitán argentino ofrece una pista, un matiz o una reflexión sobre su futuro.

Hay un punto central en su discurso reciente: él quiere jugar, pero no a cualquier precio. Lo condiciona su estado físico, su competitividad y, sobre todo, una idea que repite con sinceridad desarmante: no quiere ser una carga.

Nadie podría imaginar a Messi como un estorbo dentro de un equipo, pero su propio estándar de exigencia lo obliga a pensarlo en términos que escapan a la emoción colectiva. Messi no quiere participar del Mundial por nostalgia. Quiere hacerlo con peso real, con influencia en el juego y con la certeza de que está al nivel de una Copa del Mundo .

Pero también es cierto que su forma de j

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